Oscar Landerretche

“El problema es que una élite dedicada al identity politics, no le presta atención a su pega: la política pública y la estrategia de desarrollo, donde tenemos mucho que hacer y discutir. Mi problema con este fenómeno es que frivoliza la política y detiene el progreso económico y social“

 

 

Eres economista y socialista. ¿Ves alguna contradicción entre el socialismo y una disciplina en la que los precios sirven como un mecanismo de asignación de recursos (bajo algunas condiciones)?

Ninguna.

Primero, la economía como disciplina sostiene que los precios son importantes y sirven en muchos casos para asignar los recursos, pero a veces no. Por un lado, en el caso de las fallas de mercado clásicas: externalidades, bienes públicos… y por otro, en la enorme cantidad de transacciones que se hacen fuera de mercados  y donde aparecen fenómenos como el poder de negociación, la fallas de coordinación y los problemas de agencia. La economía moderna destina áreas completas al estudio de estos fenómenos y sus mecanismos correctivos: teoría de juegos, teoría de contratos, teoría de externalidades, teoría del riesgo, ciencia cognitiva, public choice… etc. El tema central de todas estas subdisciplinas es estudiar cómo hacer compatible el necesario funcionamiento de los mercados y los precios con la maximización del bienestar social. Lo social y lo económico, a lo menos en la economía que yo enseño no son separables. Esto no es nuevo, viene del pensamiento utilitarista de Jeremy Bentham y John Stuart Mill.

Pero, segundo, mi interpretación del socialismo es que es una doctrina que entiende que la libertad solo es posible sobre una base de igualdad y, además, que no es posible lograr una sociedad con igualdad de oportunidades sin corregir en algo las desigualdades de resultado, debido a que las condiciones iniciales se heredan. Eso requiere políticas públicas correctivas que deben ser financiadas, lo que no significa que no se use el mecanismo de precios en los mercados (corregidos por los impuestos necesarios). O sea, en simple, lo que diferencia a un economista socialista es que, compartiendo la doctrina económica utilitarista clásica de maximizar el bienestar, además, se preocupa de la distribución de ese bienestar; o, si quieres, le otorga mayor importancia a esa distribución de lo que haría un liberal, lo que tiene, por cierto, consecuencias de política pública.

Como digo, no veo contradicción. Si entiendo que parezca contradictorio para quienes tienen una visión radicalmente liberal (digamos anarco-capitalista) de la economía. Ahí, toda intervención del estado es tiranía. Ambas razones para la política pública que hemos dado: la utilitarista y la socialista, generan intervenciones del estado. Ahí quizás está la contradicción que ven algunos. Yo no la veo.

 

¿Cómo convive tu idea de comunitarismo con el estatismo? ¿Cuál es tu visión del socialismo actual?

Mi visión del socialismo es la de un estado que fomenta el empoderamiento social, esto es, de las organizaciones colectivas y comunitarias… pero, de todo tipo, no solo empresas, y que asumen como parte de su misión social proveer de estructuras de significación a los individuos. Solo es posible la significación en lo comunitario y colectivo, porque el significado es un objeto de comunicación y la comunicación solo cobra sentido cuando hay otros. El estado debe tener como responsabilidad facilitar ese proceso de cultivo de lo colectivo, a eso yo lo llamo «creación de socialismo». Por cierto que una de las formas de hacer esto es a partir de las empresas y servicios públicos, pero, al igual que ocurrirá con lo privado o lo social, si no se cultivan estructuras de significado o pertenencia, no serán sustentables. El hecho de que la forma más eficiente o efectiva de provisión de bienes públicos sea estatal, privada o social no cambia el desafío central… si no se cultivan las estructuras de significación, tenderán a ser soluciones instrumentales, y por ende efímeras.

 

¿Puedes dar algunos ejemplos concretos donde se debería poner un acento en lo comunitario?

Los mejores sistemas educativos del mundo están centrados en la creación de colegios, universidades e institutos que se constituyen como comunidades de aprendizaje, investigación y enseñanza. En Chile estamos obsesionados con que sean fábricas, con contratos bien diseñados e incentivos monetarios efectivos… algunos dicen que las fábricas deben ser estatales, otros privadas… yo creo que  la educación no se produce en fábricas.

 

¿Y cómo enfrenta el mundo privado esta idea de «lo comunitario»? ¿Qué espacios puede generar?

Recordando que cada vez que uno firma un contrato, este es solo un instrumento de asociatividad… una primera piedra, pero que no agota el potencial social de una empresa. Aprendiendo a valorar, como empresarios, la creación de significados que puede acompañar la creación de valor. Aprender a promover la creación de significado como parte de la propuesta de valor de las empresas… quizás si respetamos un poco a los consumidores como algo más que «tragadores de productos» sino como «consumidores ciudadanos» ellos nos muestren que están dispuestos a apoyar ese tipo de propuestas de valor.

 

Hace poco escribiste “Vivir juntos”, después escribiste “Chamullo” y ahora publicaste Teté y Leonel. ¿Qué tienen en común tus libros?

Creo que en los tres libros trato de abordar problemas públicos en que creo que hay cierto extravío contemporáneo que pone en peligro el proyecto republicano que se representa tan bien en la vieja consigna francesa: «igualdad, libertad y fraternidad».  En Vivir Juntos, el extravío de la comunidad; en Chamullo, el extravío de la verdad; en Tete y Leonel, el extravío del diálogo.

 

Te hemos visto muy activo criticando el proyecto de ley para sancionar penalmente el “negacionismo”. ¿Qué está en juego?

Está en juego si creemos que la izquierda y centro-izquierda debe seguir levantando causas y proyectos, poco reflexionados y efectistas, de consecuencias que no han sido estudiadas y pensadas, para jugar el juego contemporáneo de la política de identidad. La política de hoy es casi exclusivamente identity politics. No importa el fondo de un asunto sino lo que representa en términos de pertenencia tribal. Es por eso que se instalan con tanta efectividad temas poco analizados en el parlamento. El argumento es parecido a cuando se forma parte de una pandilla… te dicen que hagas una maldad, no porque sea útil o necesaria sino porque demuestra que estás dispuesto a todo para pertenecer… de hecho, tu acto tiene más sentido mientras más arbitrario e inútil (pero militante) sea.

Yo me opongo al identity politics. Primero, porque deslegitima al Estado (nuestro principal instrumento para el cambio social) y la política pública, convirtiéndola en un festival de cachetadas de payasos sin sentido. Y segundo, porque creo que es un juego donde siempre, al final, ganan los peores instintos humanos (racismo, egoísmo, miedo, xenofobia, machismo…) por lo que jugarlo, por parte de la izquierda, es torpe.

 

¿Crees que ideas de leyes como la anterior pueden ser un síntoma de una sociedad cada vez más polarizada políticamente? ¿Cuáles son los problemas de vivir en una sociedad polarizada?

Creo que las clases políticas, presas del identity politics y de la necesidad de atraer audiencias para promoverse, están atrapadas en un ciclo de polarización. No creo que la gente común, que el ciudadano de a pie sea así. Creo que los votantes chilenos van a terminar siempre favoreciendo opciones razonables y relativamente moderadas (como Piñera y Bachelet) si es que estas son ofrecidas en el concurso electoral. El problema es que una élite dedicada al identity politics, no le presta atención a su pega: la política pública y la estrategia de desarrollo, donde tenemos mucho que hacer y discutir. Mi problema con este fenómeno es que frivoliza la política y detiene el progreso económico y social

 

Has investigado en diversos temas como el efecto de los sindicatos, la calidad del empleo, sistemas de pensiones e inflación. ¿Qué es lo que más te gusta? ¿En qué te quieres meter ahora que vuelves a la academia?

Hoy esto dedicado a escribir nuevos libros, de formatos similares a los que hemos hecho pero de otros temas. Se vienen los libros sucesores de «Tete y Leonel» y «Chamullo». Ya contaremos más al respecto cuando corresponda.

 

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