¿Por qué no te quedas en casa?

Autor: Maikol Cerda, postdoc Universidad de Yale.

 

176 países, cerca de 720.000 casos confirmados y más de 33.000 muertes. Sin haber aún alcanzado su peak, la pandemia ha cambiado nuestras vidas. Nuestro desafío de corto plazo consiste en cuidar a los ciudadanos más expuestos y aplanar la curva de contagio para evitar un colapso en el sistema de salud. Distanciamiento social es necesario para detener la pandemia, por lo tanto, coordinarnos y quedarnos en casa es lo óptimo, socialmente.

Suena fácil, pero en la práctica no lo es. Como sociedad fallamos en coordinarnos cuando individuos racionales no actúan al unísono para lograr un objetivo que los beneficia. Trampas de pobreza, ciclos económicos, revoluciones sociales, son algunos ejemplos en donde las fallas de coordinación determinan el resultado. Volviendo al caso del coronavirus, mis objetivos personales me tientan a salir. Si mi empresa detiene su producción, pero el resto no, voy a perder competitividad y clientes en el corto plazo. Mis competidores pensarán igual que yo y, por lo tanto, ninguna empresa cerrará temporalmente. El mismo argumento aplica sobre las personas. Estudiantes, profesionales, y prácticamente cualquier individuo persiguiendo un objetivo personal, enfrentan los mismos incentivos. Si mis pares no dejan de trabajar, estudiar o entrenar, me expongo a mayores riesgos de no alcanzar mi meta al quedarme en casa. En el escenario opuesto, si mis pares se quedan en casa, mis incentivos a salir se incrementan pues obtengo una ventaja comparativa. Si todos siguen mi raciocinio, fallamos en coordinarnos para alcanzar el equilibrio deseado: la casa estará vacía y el virus seguirá expandiéndose.

La teoría de juegos nos ayuda a entender el comportamiento de agentes racionales durante la crisis porque, por ejemplo, cuando hablamos de distanciamiento social, podemos decir que nos enfrentamos a un dilema del prisionero. Si las empresas o personas actúan de acuerdo con sus intereses individuales, es posible generar un resultado inferior al escenario cooperativo. El dilema radica en que no se puede alcanzar el equilibrio superior actuando individualmente.

El dilema del prisionero nos entrega herramientas para entender la situación actual, sin embargo, es muy simplista. Un modelo más realista sería lo que se conoce como un juego global, similar a los modelos que tratan de explicar revoluciones sociales. En estos juegos, individuos podrían beneficiarse escogiendo la acción colaborativa sólo cuando un número suficiente de jugadores coordinadamente decide hacerlo. En otras palabras, si el número de participantes supera un determinado umbral, la revolución podría derrocar un mal régimen (resultado socialmente superior). Alcanzar dicho umbral no es fácil dado que parte de la población no está dispuesta a participar de la revuelta por miedo a perder sus trabajos o estatus social. Sin embargo, sus incentivos y decisiones cambian cuando la mayoría de la población está en las calles. Entonces, la decisión de la masa afecta las decisiones individuales y yo me quedaré en casa cuando la mayoría hace lo mismo.

Sea cual sea el modelo que utilicemos, como sociedad podemos incrementar la presión social para reducir los incentivos a salir y cooperar entre todos. Una mayor exposición o rechazo social para aquellos que no practican el distanciamiento puede ser tan eficaz como lo es la implementación de límites en la compra de bienes básicos para evitar el desabastecimiento en supermercados y tiendas. Aquí, las redes sociales y los medios de comunicación juegan un papel importante. ¿Existen otro mecanismo para motivar el quedarme en casa? Sí, varios. Uno de los más directos: ser altruista, agrega el bienestar de tus seres queridos en tu función de utilidad.

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