Tecnología en la sala de clases y efectos sobre el aprendizaje

Mejorar la calidad de la educación ha sido uno de los ejes programáticos del gobierno de Sebastián Piñera, lo que se ha reflejado en múltiples declaraciones y en el desarrollo del “Plan Nacional de Calidad de la Educación Escolar”.

En el mundo se han desarrollado diversas estrategias para mejorar la calidad de la educación en la etapa escolar. Una de ellas ha sido incrementar la tecnología usada en la sala de clases, por ejemplo, a través del uso de computadores y de mayor acceso a internet. En efecto, de acuerdo con información del Banco Mundial, en los último 20 años el uso de la tecnología para proveer contenido escolar ha aumentado en muchas regiones del mundo, lo que ha sido especialmente relevante en América Latina y el Caribe.

En teoría, la entrega -o uso- de estos insumos facilitaría el aprendizaje de los alumnos, ya que proveen la capacidad de almacenar gran cantidad de contenido, permiten contener textos -libros de clase- en formato electrónico y facilitan el acceso a otros contenidos de manera rápida y sencilla mediante internet. Sin embargo, la entrega de estos dispositivos tiene un costo monetario significativo y no es del todo clara su efectividad, puesto que pueden generar distracciones de las tareas de aprendizaje debido a las múltiples funciones que poseen. La medición de la efectividad de esta tecnología en la mejora del aprendizaje es una pregunta empírica.

La pregunta relevante, entonces, es si teniendo el presupuesto necesario para implementar una política de esta escala en los colegios de Chile, vale la pena agregar mayor tecnología a las salas de clase para lograr estos nuevos estándares de aprendizaje. Es en este contexto en el que se hace importante entender la costo-efectividad de la política, y para ello hay que comparar el escenario en que los alumnos reciben estos nuevos dispositivos versus el escenario en el que se mantendrían como están, es decir, recibiendo libros y cuadernos de forma tradicional y sin la necesidad de incurrir en la inversión en nueva tecnología.

Es en este marco en el que se desarrolla una investigación de los académicos Francisco Gallego, Paul Gertler, Rosangela Bando y Darío Romero, recientemente publicada en Economics of Education Review. En su estudio presentan resultados de un experimento aleatorio controlado en 271 escuelas de Honduras en el que participaron 6500 alumnos. El experimento consistió en la entrega de computadores y el reemplazo de libros de textos en escuelas básicas de sectores de mucha pobreza en el año 2013, bajo un programa llamado “Educatracho”.

La realización de un experimento aleatorio permite que la estrategia empírica base utilizada para identificar el efecto causal de la política sea relativamente sencilla.

Para dar robustez a sus resultados los autores realizaron, además, una estimación de “diferencias en diferencias” utilizando información de una encuesta base realizada previo a la realización del experimento. Esto consiste en corregir por las diferencias iniciales que tenían los grupos de control y tratamiento, de forma que el efecto de la política es la diferencia que tienen ambos grupos luego de la intervención con respecto a los valores que presentaban antes de la intervención.

Las conclusiones del estudio sugieren que, a un año de la entrega de los computadores, los estudiantes del grupo tratado no tuvieron diferencias significativas respecto a los estudiantes del grupo de control en los resultados de matemáticas y lenguaje ni en variables no-académicas relacionadas con la velocidad para comprender información, memoria y fluidez verbal. Sin embargo, el estudio no presenta resultados para el largo plazo, lo cual no permite capturar efectos de aprendizaje que tomen más de un año.

Adicionalmente, un análisis de costo-efectividad muestra que, a pesar del alto costo inicial que tienen los computadores, que estiman en US$ 93 anuales por niño, el bajo costo que tiene la provisión de texto en formato digital en relación con los textos físicos permitiría que la sustitución de libros de texto por computadores sea una forma costo-efectiva de proveer contenido de aprendizaje en las escuelas.

En particular, se estima que el beneficio de los computadores, considerando el dinero ahorrado en dos libros de texto y un beneficio futuro -estimación conservadora- producto de nuevas habilidades computacionales, es de US$ 63 por cada alumno. Por lo tanto, la provisión de computadores necesitaría una ganancia adicional de US$ 32 al año para ser costo-efectiva, lo que equivale al costo de 2,3 libros. De esta manera, si un computador puede reemplazar a 5 libros de texto en total, se transformaría en una medida eficiente de provisión de recursos escolares.

Por último, los autores encuentran que, a un año de la entrega de los computadores, no se observa mayor distracción de los alumnos en sus procesos de aprendizaje.

En conclusión, si bien los resultados en aprendizaje no están bien cuantificados en esta investigación, el paper propone que agregar más tecnología podría ser costo-efectivo frente a la alternativa de mantener la sala de clases con el sólo uso de textos tradicionales en formato físico. Si a esto se agrega la existencia de reciente literatura académica que documenta los beneficios académicos que trae la inclusión de tecnología en las escuelas, es pertinente al menos estudiar cómo podría beneficiar a los alumnos de Chile la implementación de una política de este tipo.

Finalmente, la investigación deja algunas interrogantes que debieran ser miradas con mayor detención antes de impulsar políticas de este tipo en las escuelas chilenas. En primer lugar, el análisis de sólo un año de exposición al programa no permite cuantificar los efectos en aprendizaje en el largo plazo. En segundo lugar, se debe identificar si los hallazgos sobre la baja distracción de los alumnos en el corto plazo se mantienen en el largo plazo, lo que podría determinar si es una política positiva o negativa para los estudiantes. Por último, cabe destacar que debe evaluarse con cuidado la extrapolación de este estudio al caso chileno; la situación de las escuelas chilenas y de sus estudiantes no tiene por qué ser la misma que la de Honduras, por lo que es necesario contar con más información de programas como éste en otras partes del mundo para que los efectos estimados de la política sean robustos.

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