Del calor a la ira: el efecto de las altas temperaturas en la agresividad y violencia

Por Angelo Garizio

La violencia ha sido reconocida como una importante amenaza para el bienestar de las sociedades, ya que dificulta las relaciones entre los individuos que la conforman. Son múltiples los costos asociados al comportamiento violento de los individuos dentro de una sociedad, los que van desde el encarecimiento de la sensación de seguridad pública hasta los gastos relacionados con la detención y el mantenimiento de personas en instituciones correccionales o penitenciarias.

Al considerar algunos de los factores que pueden influir en que ciertos individuos sean más propensos a ser violentos que otros, de manera intuitiva se suele pensar en temas como factores socioeconómicos, experiencias traumáticas durante la infancia, o factores genéticos, pero la influencia de la temperatura del ambiente rara vez se tiene en consideración. Sobre este último punto, Anderson (2001) explica que, desde un punto de vista fisiológico, el calor puede inducir estrés en el cuerpo, aumentando la presión arterial, la frecuencia cardíaca y los niveles de cortisol. Esto puede provocar sentimientos de irritabilidad, frustración e impulsividad, los que potencialmente pueden facilitar la agresividad de la gente.

Numerosos estudios se han llevado a cabo para explorar la relación entre las altas temperaturas y la agresividad humana, abarcando desde implicaciones económicas hasta la criminología y psicología asociadas con este fenómeno.

Thomas y Wolff (2023) estiman el impacto de la volatilidad de la temperatura en la incidencia de homicidios, robos y asaltos agravados diarios en 28 ciudades de Estados Unidos. A través del uso de datos sobre crímenes extraídos de los departamentos de policía de cada ciudad, junto con datos meteorológicos históricos, los autores logran concluir que la volatilidad de la temperatura está fuertemente ligada a la cantidad de actos violentos. Aumentos repentinos en la temperatura (medido como dos desviaciones estándar sobre la media de los últimos 30 días) están significativamente correlacionados con un aumento aproximado de un 9,4% en asaltos agravados, 4% en robos y 19,9% en los homicidios de ese día. Por otro lado, caídas repentinas en la temperatura están asociadas con una disminución aproximada del 10,8% en agresiones agravadas, 8,5% en robos, y 9,3% en los homicidios de ese día.

En esta misma línea, Mukherjee y Sanders (2021) realizaron un estudio, cuyo fin fue mostrar la relación causal entre las altas temperaturas en instituciones correccionales y el aumento de la violencia de los encarcelados. Para lograr esto, los autores utilizaron datos diarios sobre temperatura y actividades ligadas a la violencia de 36 centros correccionales de Mississippi. Los autores encuentran que la temperatura empezaba a tener un efecto en la agresividad de los encarcelados en aquellos días en donde la temperatura del ambiente superaba los 26°C. Desde este punto en adelante, la temperatura sería responsable de un aumento de un 20% en los eventos de violencia y un 18% en la probabilidad de cualquier acto violento, en comparación con el baseline de cada variable.

A su vez, Heilmann y Kahn (2021), utilizando datos desagregados de temperatura y crímenes en Los Ángeles, logran encontrar que, en comparación con días en donde la temperatura es más baja, la tasa de crímenes totales aumenta en un 1,72% y un 1,9% cuando la temperatura supera los 24°C y los 32,2°C, respectivamente. Además, los autores observan que el efecto de las altas temperaturas sobre los crímenes tiende a ser mucho más fuerte en los barrios de bajos ingresos, lo que resulta en un costo de criminalidad inducido por el calor cinco veces mayor que en los barrios más prósperos.

Teniendo en cuenta el aumento sostenido de la temperatura promedio del mundo en las últimas décadas[1], la relación entre la agresividad y las altas temperaturas se vuelve aún más relevante, sobre todo cuando se habla de política pública. Mejorar los sistemas de control climático en distintos entornos institucionales, como prisiones, escuelas y lugares de trabajo, podría disminuir los problemas asociados con la agresión en dichos lugares.

 

Referencias:

  • Anderson, C. A. (2001b). “Heat and violence”. Current Directions in Psychological Science, 10(1), 33–38. https://doi.org/10.1111/1467-8721.00109
  • Heilmann, K., y Kahn, M. E. (2021). “The urban crime and heat gradient in high and low poverty areas”. Journal of Public Economics, 197, 104408. https://doi.org/10.1016/j.jpubeco.2021.104408
  • Lindsey, R. L., y Dahlman, L. D. (2024). “Climate change: global temperature”. NOAA Climate.gov. https://www.climate.gov/news-features/understanding-climate/climate-change-global-temperature#:~:text=Earth’s%20temperature%20has%20risen%20by,0.20%C2%B0%20C)%20per%20decade
  • Mukherjee, A., y Sanders, N. J. (2021). “The causal effect of heat on violence: Social implications of unmitigated heat among the incarcerated”. https://doi.org/10.3386/w28987
  • Thomas, C., y Wolff, K. T. (2023). “Weird winter weather in the Anthropocene: How volatile temperatures shape violent crime”. Journal of Criminal Justice, 87, 102090. https://doi.org/10.1016/j.jcrimjus.2023.102090

[1] Lindsey, R. L., y Dahlman, L. D. (2024). “Climate change: global temperature”. NOAA Climate.gov.

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