¿La educación de los hijos afecta el bienestar psico-social de sus padres?

Por: Raúl Mejía Country Manager en FK Economics

Existe una amplia evidencia que sugiere que las condiciones socioeconómicas en etapas tempranas de la vida influyen en el bienestar psicosocial en etapas tardías. Una métrica importante es el nivel de educación alcanzado, el cual resulta muy importante, pues suele tener un impacto significativo en variables psicosociales como la prevalencia de la depresión y el nivel de satisfacción con la vida.

Recientemente, diversos autores han abordado el concepto del “principio de vidas enlazadas”. Este principio considera que los recursos y experiencias familiares están entrelazados a lo largo de varias generaciones y que el nivel de educación alcanzado por los hijos puede tener efectos intergeneracionales “hacia arriba”, es decir, puede afectar el bienestar de sus padres.

En este contexto, las investigadoras Sirena Gutiérrez, Emilie Courtin, M. Maria glymour y Jacqueline M. Torres utilizaron datos del Estudio Mexicano de Salud y Envejecimiento en México (ENASEM) para entender cómo se ve impactado el bienestar psicosocial de los padres por un mayor nivel de educación de los hijos. Este estudio parte de una encuesta representativa a nivel nacional realizada en 2001, con encuestas de seguimiento en 2003, 2012, 2015 y 2018, la cual incluye información del nivel educativo de los hijos, independientemente de su lugar de residencia.

En 1993, una reforma constitucional en México extendió el nivel de educación obligatoria a nueve años (anteriormente, seis años). Esto significa que las personas nacidas en 1979 o antes habrían sido afectados por esta reforma. Los autores aprovechan esta variación exógena para identificar los efectos de la educación de los hijos en el bienestar psicosocial de los padres.

Los resultados muestran que un mayor nivel educativo de los hijos está asociado con una menor prevalencia de síntomas asociados con la depresión en los adultos mayores en México.  Algunos mecanismos potenciales incluyen transferencias de recursos de hijos a padres, un mayor acceso a servicios de salud de calidad, una menor tensión financiera al interior de la familia y una mayor información disponible para los hijos con mayor educación, lo que a su vez impacta la dinámica familiar, favoreciendo conductas más sanas y una cultura de prevención.

Sin embargo, el estudio no identifica algún efecto en los niveles de satisfacción con la vida. Al respecto, las investigadoras sugieren que esto podría deberse a otros efectos causados por un mayor nivel educativo alcanzado por los hijos. Por ejemplo, los individuos con mayor nivel de educación suelen ser más proclives a dejar la casa de sus papás por cuestiones laborales y a vivir lejos de sus padres. En un país en el que los lazos familiares son muy fuertes y los hijos suelen tener un nivel importante de responsabilidad con los padres, esto se traduce en menores niveles de satisfacción. Sin embargo, reconocen que es necesaria mayor investigación.

Adicionalmente, se encontró evidencia “modesta” de que los efectos son más pronunciados para las madres que para los padres y que el incremento en el nivel de estudios de hijos varones tiene un impacto ligeramente mayor en los padres en comparación con las hijas. Esto podría deberse a que, en el contexto mexicano, los hijos varones con mayor educación tienen una probabilidad de estar empleados y, por tanto, pueden realizar mayores transferencias financieras en el futuro. Sin embargo, se requiere de estudios adicionales para identificar los mecanismos específicos.

El estudio realizado representa un mayor entendimiento de los efectos intergeneracionales de la educación. Estudios previos carecían de un diseño cuasiexperimental y no consideraban la posibilidad de efectos heterogéneos en el bienestar psicosocial de los padres. El tener un mejor conocimiento de estos efectos resulta muy importante en países como México, que ha realizado avances importantes en educación en las últimas décadas pero en el que aún una proporción importante de la población no tiene acceso a una pensión formal y depende en gran medida de transferencias. Sin embargo, se requiere investigación adicional para conocer los mecanismos exactos que contribuyen a estos efectos, así como para comprender la variabilidad por cuestiones de género.

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