Los últimos datos publicados por la Unicef indican que en Chile un 73,6% de los niños y niñas han sufrido de violencia física o psicológica de parte de sus padres o parientes. Esto no es distinto de lo observado en el resto del mundo: una investigación de la misma organización para 64 países sugiere que en promedio un 80% de los niños entre 2 y 14 años han recibido algún tipo de violencia en sus hogares.
Muchos países han tomado medidas al respecto, prohibiendo el uso de la violencia física en los hogares. Sin embargo, de acuerdo al movimiento Global Initiative to End All Corporal Punishment of Children, de un total de 199 estados, sólo 54 (27,1%) han hecho leyes para prohibir estas prácticas en los hogares.
En Chile, el Sename es la institución que encargada de “contribuir a la prevención, promoción, protección y restitución de los derechos de niñas, niños y adolescentes vulnerados en sus derechos, así como a la responsabilización e inclusión social de jóvenes infractores de ley…”[1]. Según datos de la misma institución, un tercio de los menores que ingresa al sistema lo hace por maltrato en su hogar. Sin embargo, a pesar de su objetivo, la evidencia reciente ha mostrado que en las residencias de la institución ha sucedido justo lo contrario; desde finales de 2016 se hizo evidente la precariedad del sistema y se descubrió la existencia de maltrato físico y psicológico a muchos menores vulnerables que residían en los distintos centros del Sename que se ubican a lo largo del país. Ese año se cifró en 1.313 los niños fallecidos dentro de sus instalaciones.
De esta manera, en el contexto de una sociedad en la que existen altos niveles de violencia infantil, y que la institución encargada no ha entregado una respuesta satisfactoria al problema, sino que los ha agravado, cabe preguntarse qué efectos negativos podría tener el maltrato en términos del desarrollo cognitivo y no cognitivo de los menores. ¿Tiene algún efecto inmediato que pudiese afectar el futuro de los niños?
Los profesores Matías Berthelon, Dante Contreras, Diana Kruger y María Isidora Palma realizaron una investigación denominada Violence during Early Childhood and Child Development, publicada en junio de 2018, en que pretenden dar una respuesta en torno a esta interrogante.
En esta investigación los autores usan los datos de la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (ELPI) de 2010 y 2012, para medir efectos de la exposición a violencia (verbal y/o física) sobre el desarrollo cognitivo y no cognitivo de los menores en Chile. Utilizan principalmente dos tests: uno que mide el desarrollo cognitivo en base a una prueba de vocabulario (Peabody Picture Vocabulary Test, PPVT) y otro que mide el desarrollo no cognitivo en base a una prueba socioemocional (Child Behavioral Check List, CBCL). En esta última prueba se estudian tres áreas: problemas de internalización (del individuo consigo mismo, por ejemplo, depresión), problemas de externalización (del individuo con otras personas, por ejemplo, agresividad) y problemas para dormir.
Su investigación contribuye a la determinación de la relación causal entre la violencia y el desarrollo de los menores, lo que se logra debido a la existencia de datos longitudinales y a estrategias econométricas que aprovechan la estructura de los datos.
En concreto, el problema enfrentado al realizar estimaciones de este tipo es que existen factores no observados por el investigador que son determinantes de la violencia en el hogar y que, además, tienen que ver con la relación madre-hijo (por ejemplo, características de la personalidad de la madre, tendencias de comportamiento del hijo, etc.). Por lo tanto, si esto no se considera, los valores estimados se sesgarían y los resultados de la investigación no se podrían interpretar como causales. Los autores, gracias a la presencia de datos que “siguen” al individuo en el tiempo, pueden recurrir a técnicas econométricas que permiten aislar todos los factores no observados de la relación madre-hijo que sean invariantes en el tiempo, de manera que los resultados se pueden interpretar como causales.
Los resultados de los autores indican que la exposición a la violencia tiene un efecto negativo sobre las habilidades verbales de los menores (disminución en el puntaje promedio de un 0,6%). Asimismo, la violencia tiene un efecto negativo sobre el desarrollo socioemocional (disminución en el puntaje promedio de un 3,6%). Además, se observaron efectos negativos para todas la subáreas estudiadas del test socioemocional (internalización, externalización y problemas para dormir).
Adicionalmente, los autores estudian si la violencia tiene un efecto diferenciado según el sexo y la edad del niño y según el nivel educacional de la madre. Respecto del sexo, los autores encuentran que el efecto en desarrollo cognitivo -vocabulario- se observaría principalmente en las mujeres, mientras que los problemas de comportamiento se presentarían en ambos sexos, aunque con más fuerza en los hombres. Adicionalmente, los autores encuentran que el efecto negativo sobre desarrollo cognitivo disminuye con la edad, sin embargo, el efecto en desarrollo no cognitivo se mantendría similar para todas las edades. Por último, en términos de la educación de la madre, los autores encuentran que no hay efecto diferenciado en términos del desarrollo cognitivo, sin embargo, para el desarrollo no cognitivo el efecto sería más fuerte en los niños con madres menos educadas, lo que sugiere que un ambiente económico más favorable podría reducir el efecto negativo de la violencia.
En conclusión, la investigación de los autores y la literatura académica existente sugiere que violencia física y verbal tiene efectos causales sobre el desarrollo cognitivo y no cognitivo de los menores. En el contexto que se encuentra Chile actualmente esto es de gravedad extrema, ya que implica que un alto porcentaje de la población tendrá mayores dificultades para desarrollarse en su etapa temprana, lo que afectaría su vida futura.
[1] http://www.sename.cl/web/mision-objetivos/