El pasado 10 de marzo salieron a la luz los resultados de un estudio realizado conjuntamente por el Hogar de Cristo, Unicef, Universidad Católica y Universidad de Chile donde se sostiene que actualmente hay 358 mil niños excluidos del sistema escolar chileno. Pese a que no hay acuerdo con la autoridad respecto de la magnitud real de la cifra, sí hay consenso en cuanto nos enfrentamos a un problema importante.
La deserción escolar es un fenómeno que genera enormes costos para los individuos que abandonan los estudios. De acuerdo con información de la OCDE[1], la deserción provocaría un efecto negativo en el desarrollo de capital humano de alumnos y mayores dificultades para encontrar empleo. Asimismo, y a modo de ejemplo, Jennifer Freeman y Brandi Simonsen, académicos de la Universidad de Connecticut[2], indican que la deserción impacta negativamente en el salario esperado de los individuos, aumenta la probabilidad de sufrir depresión -entre otros problemas psicológicos- y facilita el desarrollo de actividades criminales.
En ese contexto, se hace relevante la evaluación de políticas que puedan ayudar a reducir la tasa de individuos que abandonan la escuela en etapa escolar. Por lo anterior es tan importante la investigación que Freeman y Simonsen desarrollaron en 2015, donde revisan la literatura relacionada y concluyen cuales son los factores comunes que tienen las intervenciones que han sido efectivas[3].
Los resultados de la investigación indican que la mayor parte de las intervenciones exitosas se realiza en pequeños grupos de población y no a nivel estatal o regional. Una posible explicación de lo anterior es que distintos grupos de individuos requieren distintas metodologías de trabajo para evitar su deserción (jóvenes embarazadas, menores con trastornos mentales o discapacidades, niños con acceso a drogas, entre otros).
Además, el estudio indica que cerca de la mitad (45%) de las intervenciones efectivas consideraron una estrategia multidimensional para reducir la tasa de deserción. Entre ellas se encuentran estrategias de apoyo académico, de comportamiento, de incentivo a la asistencia a clases, de técnicas de estudio y de estructura de organización de la escuela.
En una línea similar, en una investigación desarrollada en 2013 por varios autores[4] se sugiere que las intervenciones deben enfocarse no sólo en los estudiantes, sino también en las familias y la estructura organizacional de los colegios. A modo de ejemplo, un mejoramiento en el ambiente del hogar y una reducción en el tamaño de las escuelas -atención más personalizada a los alumnos-, podrían prevenir la deserción.
Adicionalmente, una conclusión que se repite, tanto en estudios de intervenciones exitosas como de otras que no lograron su objetivo, es la relevancia de detectar tempranamente a los alumnos con mayor probabilidad de desertar y desarrollar programas que ataquen el problema desde la educación preescolar y básica, los cuales deben continuar a través del tiempo (ver por ejemplo Abele y Mac Iver, 2011[5]; Sinclair et al., 1998[6]; Sinclair et al., 2005[7]).
Ahora, en particular respecto de Chile, si bien la literatura acerca de la efectividad de programas para reducir la deserción es limitada, existen algunos estudios que permiten incorporar nuevos elementos a la discusión del tipo de intervenciones que se podrían implementar en el país.
En concreto, en una investigación que fue publicada en Review of Economics and Statistics, la economista Claudia Martínez (PUC) en conjunto con Taryn Dinkelman (Universidad de Michigan), analizan una intervención realizada a alumnos de octavo básico de la Región Metropolitana. El programa consistía en la exposición de los alumnos a un video de 15 minutos donde se mostraban alternativas de financiamiento para educación superior con testimonios de personas que habían logrado estudiar pese a no haber tenido una buena situación socioeconómica.
Los resultados indican que la intervención provocó una mayor asistencia a clases de los alumnos tratados y mayor probabilidad de permanencia en el colegio. Las autoras concluyen que existen alternativas de bajo costo que podrían tener alto impacto en esta materia.
En conclusión, si bien sigue habiendo un amplio debate sobre qué intervenciones son las más efectivas para evitar que los alumnos abandonen el sistema escolar, existen elementos comunes en muchos de los programas exitosos.
[1] OCDE (2016). Disponible en https://www.oecd.org/centrodemexico/medios/riesgo-creciente-de-exclusion-social-entre-los-jovenes-que-abandonan-los-estudios-prematuramente-seala-la-ocde.htm. Visto el 12 de marzo de 2016.
[2] Freeman y Simonsen (2015), “Examining the impact of policy and practice interventions on high school dropout and school completion rates: a systematic review of the literature”, Review of Educational Research, Junio de 2015, Vol. 85 No.2, p. 205-248.
[3] Para su muestra de información seleccionan sólo los estudios que utilizan técnicas de evaluación experimental o cuasiexperimental (que utilizan técnicas estadísticas que ayudarían a interpretar los resultados como causales y no como meras correlaciones). Sin embargo, son pocos los estudios que presentan éstas características.
[4] De Witte, K., Thyssen, G., Cabus, S., Groot, W., Maassen van den Brink, H. (2013). “A critical review of the literature of school dropout”, Educational Research Review. Diciembre de 2013.
[5] Mac Iver, M. A. (2011). The challenge of improving urban high school graduation outcomes: Findings from a randomized study of dropout prevention efforts. Journal of Education for Students Placed at Risk, 16, 67–184.
[6] Sinclair, M. F., Christenson, S. L., & Evelo, D. L. (1998). Dropout prevention for youth with disabilities: efficacy of a sustained school engagement procedure. Exceptional Children, 65(1), 7–21.
[7] Sinclair, M. F, Christenson, S. L., & Thurlow, M. L. (2005). Promoting school completion of urban secondary youth with emotional or behavioral disabilities. Exceptional Children, 71, 465–482.