La encarcelación juvenil es una práctica común en todo el mundo. Su objetivo muchas veces es que afecte positivamente en el comportamiento futuro, sin embargo, se sabe poco de sus impactos y si ésta disuade o no el crimen cuando los jóvenes llegan a la adultez.
Con esta motivación los economistas Cortés, Grau y Rivera de la Universidad de Chile, estudiaron el efecto de la encarcelación juvenil en la reincidencia como adultos jóvenes en su artículo “Juvenile Incarceration and Adult Recidivism” (working paper). Los autores encuentran que tanto la prisión preventiva como el encarcelamiento[1] en jóvenes de entre 15 y 17 años, incrementan significativamente la probabilidad de reincidencia a la edad de 18 a 21 años.
Lo atractivo del artículo es que la estrategia empírica permite encontrar evidencia causal, lo que no es fácil. En efecto, el hecho que las personas hayan estado en prisión preventiva o encarceladas, depende de sus características (no siempre observables), las que a su vez podrían afectar su probabilidad de reincidir en el futuro. Es decir, los grupos de comparación –los jóvenes que son encarcelados y los que no- pueden ser no comparables desde la base debido a sus características personales.
La estrategia que usan los autores para hacer que los grupos sean comparables es aplicar lo que se conoce como un “instrumento”, esto es, una variable que haya afectado la probabilidad de quedar en detención preventiva o estar encarcelado, pero que no afecte la probabilidad de reincidir en el futuro por otras razones.
La variable que instrumenta la prisión preventiva es la clemencia del juez, mientras que la variable instrumental para la encarcelación es la calidad del abogado público.
Los jueces son un determinante importantísimo en la detención preventiva. Al ser aleatorio qué juez toma el caso de cada persona, si se tienen dos personas exactamente iguales, una de las personas puede quedar fuera de prisión preventiva si se le encarga el caso a un juez más clemente, mientras que a otra que tuvo un juez más severo puede quedar en prisión preventiva. Del mismo modo, la calidad de los abogados públicos también es un determinante importante para la posibilidad de estar encarcelado y puede tener un rol relevante en la decisión del juez. En definitiva, los autores muestran que tanto la clemencia de los jueces como la calidad de los abogados cumplen con los requerimientos para ser buenos instrumentos.
Los resultados de la estimación mencionada muestran que los jóvenes que van a prisión preventiva o son encarcelados tienen un aumento en la probabilidad de reincidir de 61 y 65 puntos porcentuales, respectivamente (o 28 y 36 en estimaciones más conservadoras).
Una pregunta muy importante es cuáles son los mecanismos por los cuales la encarcelación juvenil y el encarcelamiento pueden afectar la reincidencia de jóvenes. Algunas hipótesis son que se reduce la probabilidad de graduación del colegio o que hay influencia de los pares. Los resultados encontrados son sumamente relevantes en la discusión pública, indicando que la prisión preventiva en jóvenes está provocando un efecto negativo en la probabilidad que éstos terminen el colegio y, en consecuencia, un aumento en la probabilidad de reincidir cuando son adultos jóvenes. Evidentemente esto tiene implicancias de política pública.
El artículo abre otras preguntas respecto de los efectos de la prisión preventiva o encarcelamiento de jóvenes. ¿Se debe eliminar o cambiar el modelo de prisión preventiva en jóvenes? ¿Se pueden revertir o aminorar algunos efectos con políticas de reforzamiento educacional de los jóvenes que pasan por prisión preventiva? ¿Tendrá repercusiones en el largo plazo, como por ejemplo, en las posibilidades de encontrar trabajo en el futuro o mermará la calidad de los trabajos a los que puedan acceder? ¿Afectará a la futura descendencia de los jóvenes que pasan por prisión preventiva? Hay muchas preguntas y -por el momento-, pocas respuestas.
[1] El encarcelamiento es la prisión preventiva, régimen cerrado y semicerrado.
