Celulares y educación ¿Qué sabemos al respecto?

Por: Agustín Foxley Bolocco. Investigador Acción Educar

El uso de dispositivos digitales se relaciona con hábitos de chequeo compulsivo, estrés, y adicción, tanto en niños como en adultos. Además, la evidencia señala que, a menor edad, mayor es la probabilidad de desarrollar una adicción hacia este tipo de tecnologías (Oulasvitra y otros, 2012; Lozano-Blasco y otros, 2022). Considerando los riesgos que esto implica, en Acción Educar realizamos un estudio que explora los efectos de las pantallas en el bienestar y el desempeño académico de los niños y adolescentes en distintos países del mundo, incluyendo Chile.

Antes de revisar las conclusiones del estudio, es importante destacar que el campo de investigación es relativamente nuevo y presenta una serie de limitaciones: no siempre se especifica el tipo de dispositivo (T.V, videojuego, celular, etc.) ni el contenido que se consume (desde material educativo hasta pornografía); la información recolectada sobre las horas de uso de pantalla suele ser auto reportada; y muchas veces los datos abarcan una cantidad reducida de personas y/o ignoran otros factores relevantes que también influyen en los resultados (Hale y Guan, 2014; Tang y otros, 2021; Valkenburg y otros, 2022). Es por esto que los hallazgos en esta área deben ser interpretados cuidadosamente.

Teniendo en cuenta lo anterior, ¿con qué resultados podemos quedarnos?

Primero, los celulares reemplazan interacciones que son vitales para el desarrollo de los niños, especialmente en sus primeros años de vida, por lo que no es de extrañar que un uso excesivo de este tipo de dispositivos (más de 2-3 horas diarias) antes de los 3 años de edad se relacione con rezagos en el aprendizaje, problemas de comportamiento y desregulación emocional (Cerniglia y otros, 2021; Madigan y otros, 2019; Neophytou y otros, 2021).

Segundo, los alumnos desmotivados pueden verse más incentivados que el resto a sustituir el tiempo de aprendizaje por el consumo de contenido multimedia o interacciones virtuales a través de pantallas (Beneito y Vicente-Chirivella, 2022; Hawi y Samaha, 2016).

Tercero, se ha documentado una asociación positiva entre un uso moderado de dispositivos digitales (máximo una hora al día) y la salud mental auto reportada por los adolescentes (Brannigan y otros, 2023; Przybylski y Weinstein, 2017).

Cuarto, las notificaciones de los teléfonos celulares son un constante distractor para la atención de los estudiantes (Beneito y Vicente-Chirivella, 2022; Radesky y otros, 2023).

Frente a estos desafíos, es recomendable postergar lo máximo posible la entrega del primer celular, reducir la exposición de pantallas al mínimo para los menores de 3 años y monitorear el uso de pantallas en menores de 6 años. Ligado a lo anterior, es importante regular el uso de estas tecnologías, designando horarios fijos y específicos tanto en las escuelas como en el hogar. Se sugiere además desactivar las notificaciones de aplicaciones como juegos o redes sociales para evitar distracciones. Finalmente, cobra suma relevancia la tarea de hacer más atractivas las interacciones personales y las instancias de aprendizaje para los niños. Esto no puede lograrse sin una coordinación y el involucramiento de los apoderados, los equipos docentes y la comunidad educativa.

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