Por: Víctor Dumas, Economista , CAP ™ y científico de datos
Estuve de paso por Chile el fin de semana pasado y además de ver a mi familia y amigos, deje tiempo para escuchar buena parte de la Cuenta Pública del Presidente. Terminado el discurso, me quedé con la sensación de un Presidente tensionado o atrapado entre la espada y la pared. Por un lado, tratando de delinear lo que podría ser su legado (post fracaso del proceso constitucional) y movilizado por el deseo de gobernar para todos los chilenos. En el otro extremo, uno “víctima” de las presiones o demandas electorales de su sector político de cara a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias a menos de dos años.
A ratos, el discurso y los anuncios me dieron la sensación de estar escuchando al ex-presidente Lagos de principios del milenio, en especial en relación a las materias de crecimiento con igualdad. Incluso, por momentos los anuncios en materia de seguridad parecían tomados de programas de gobierno de la centro-derecha. Pero el discurso también contenía una serie de anuncios en materias de interés ideológico del Progresismo que con facilidad tienden a transformarse en cuñas políticas con el principal objetivo de polarizar para movilizar, en particular los anuncios relativos al aborto libre y la eutanasia.
Es posible hacer varias lecturas de esta clara dicotomía. Algunos dirán que este ir y venir entre Dr. Jekill y Mr. Hyde no es más que un “travestismo político”; argumentando que su lado más moderado es sólo un saludo a la bandera y que sus verdaderos colores son aquellos del progresismo radical. Aunque válida, esta postura me parece excesivamente simplona. En los próximos meses, particularmente post elecciones municipales tendremos mayor claridad sobre cuál es la verdadera intención del presidente. La fijación de urgencias legislativas, los tiempos empleados para el envío de los proyectos de ley específicos y sus contenidos nos van indicar hacia qué lado se inclinaría.
Pero más allá de la postura que tome el Presidente y su coalición de gobierno, la oposición tiene que meditar profundamente cuál será su postura durante lo que queda de este periodo presidencial. Algunos sectores, por propia conveniencia política, van a optar por seguir el sendero de la polarización pues a ellos también les favorece. De hecho, no había terminado el discurso y varios miembros del congreso hicieron abandono del salón plenario para realizar puntos de prensa respecto de los anuncios de aborto libre y eutanasia. Lo anterior, ignorando por completo toda la primera mitad del discurso en materia de seguridad, control fronterizo, probidad y agenda pro crecimiento/competitividad.
Esta postura de “tomar el guante” de la polarización no sorprende pues ha sido una estrategia bastante efectiva durante la última década y post instalación de la inscripción automática y voto voluntario (en conjunto con otras reformas electorales como la regla electoral y la configuración de distritos y circunscripciones). Sin embargo, las próximas elecciones presidenciales serán las primeras con inscripción automática y voto obligatorio, y tengo la convicción que dicha situación reduce significativamente los ‘beneficios” de la práctica de “polarizar para movilizar”.
Hoy la centro-derecha está en una posición ventajosa para negociar, impulsar y aprobar una serie de reformas en materia de seguridad ciudadana. Una posición que no tuvo durante el gobierno anterior. En lugar de recoger el guante de la polarización, la centro-derecha debiese tender la mano al gobierno y avanzar decididamente en aquellas reformas delineadas por el Presidente en su cuenta pública. Algunos argumentarán que este camino sólo le dará una victoria política al gobierno, y que la centro-derecha debiese seguir implementado una política de desalojo que niega la sal y el agua a toda iniciativa del oficialismo. Esta postura lamentablemente no sólo es mala para Chile, sino que también es miope para los propios intereses de la centro-derecha.
En la política los días como oposición son largos, pero los años en el oficialismo son cortos. Durante la cuenta pública, el Presidente se jactó de haber contenido la inflación galopante que venía del gobierno de anterior y de revertir la tendencia en materia de homicidios; sin embargo, fue la miopía política y el interés electoral de corto plazo de su propio sector (cuando fueron oposición) la principal causa detrás de ambos problemas. El apoyo de su sector a los reiterados retiros de las AFP y el silencio al momento de apoyar la labor de carabineros y condenar con claridad la violencia imperante tras el estallido social fueron quizás los principales factores que llevaron a la situación que ellos mismos debieron arreglar posteriormente como gobierno. Por el bien de Chile, y de su propio sector, es de esperar que la centro-derecha no cometa el mismo error.