Por Guido Osorio
El reciente ataque de Hamas contra Israel y la inmediata respuesta de este último es solo un episodio más dentro de la larga historia del conflicto entre Israel y Palestina. Se trata de un tema complejo que ha dividido a la comunidad internacional durante décadas. Parece ser un juego de suma cero: todo lo que una parte gana, la otra lo pierde. Así, muchas veces se ha caracterizado como un conflicto en un ciclo de violencia perpetuo, un ojo por ojo del cual resulta imposible escapar. ¿Es realmente así?
Dejando de lado nuestras creencias y preconcepciones, podemos recurrir a las ciencias sociales para intentar responder parte de esta pregunta. Una primera aproximación se encuentra en la teoría de juegos, rama de la matemática (muy aplicada a la economía y otras ciencias sociales) que estudia cómo las personas toman decisiones estratégicas cuando interactúan con otras. En esencia, lo que hace un “jugador” afecta lo que hacen los demás. Por ejemplo, en un juego de suma cero es difícil que los jugadores colaboren ya que necesariamente uno debe perder.
David Jaeger y Daniele Paserman (2008) publicaron en el American Economic Review un análisis empírico del conflicto Israel-Palestina a partir de la idea de que cada parte tiene una estrategia óptima que seguir, cuestión que parece razonable. Utilizando datos de la frecuencia diaria de ataques y muertes durante la Segunda Intifada (2000-2005), someten a prueba la hipótesis sobre este supuesto ciclo de violencia, donde en teoría, la violencia de un lado causa violencia del otro y viceversa. Ojo por ojo.
Lo que Jaeger y Paserman encuentran es que, de hecho, hay poca evidencia que sugiera que ambos lados del conflicto reaccionan de maneras regulares y predecibles, y que más bien parece ser que solo la violencia ejercida desde Palestina genera una respuesta violenta desde Israel, pero no al revés. En otras palabras, las muertes israelíes cometidas por palestinos predicen de forma estadísticamente significativa que Israel tomará represalias en los siguientes 10 días. La respuesta de Palestina a ataques israelíes nunca es estadísticamente significativa en este estudio.
El resultado anterior, en palabras de los autores, “contrasta con la idea popular de que israelíes y palestinos están inmersos en un ciclo de violencia de ojo por ojo”. Jaeger y Paserman discuten varias explicaciones a las diferencias entre ambas funciones de reacción. Una posibilidad es que las Fuerzas de Defensa de Israel, por estar organizadas y comandadas de manera central, puedan responder de manera predecible a la violencia palestina de formas que grupos descentralizados como Hamas no pueden. También es posible que los palestinos simplemente escojan actuar de maneras deliberadamente impredecibles ya que la efectividad de un ataque terrorista es, por definición, mayor si es impredecible.
Cuando nos abstraemos de los nombres, cuesta no trazar paralelos con otros conflictos de características similares y largo aliento como el del Estado de Chile y el pueblo mapuche en la Araucanía, o el IRA y el Reino Unido en Irlanda del Norte. Es imperativo no olvidar que en estos conflictos se pierden miles de vidas inocentes. En lugar de apresurarse a tomar partido, estudios como el de Jaeger y Paserman arrojan luz sobre la dinámica de un tema que, de otro modo, es extremadamente difícil debatir de forma constructiva.