En Chile y todas las economías existen múltiples monopolios. Dentro de éstos se cuentan aquellos monopolios que no enfrentan competencia y cobran precios bastante mayores a su costo, reduciendo considerablemente los beneficios de nosotros, los consumidores. Por otro lado, también existen monopolios que, sin perjuicio de no enfrentar ninguna competencia, no cobran sobreprecios ni se apropian del excedente de los consumidores. Entre estos últimos se cuentan los que la ciencia económica ha bautizado como “monopolios naturales”.
Los monopolios naturales se caracterizan por constituirse en mercados en que, por existir altos costos fijos de entrada y altas economías de escala, no es eficiente que exista más de un solo actor que provea el bien o servicio en cuestión. Ejemplos de lo anterior existen varios, pero los más destacados son los de aquellas empresas que hacen llegar agua potable a nuestros hogares y las que velan por la distribución de energía eléctrica en las distintas comunidades.
Imagine las consecuencias que tendría la existencia de varias empresas que proveen electricidad para una determinada localidad. Lo primero y más obvio es que la ciudad se inundaría de cableado, lo segundo es que los costos por megawatt vendido serían más altos que los del monopolio.
Estos mayores costos se explicarían principalmente por el hecho de que para competir en este mercado se requiere una altísima inversión en cableado. Una vez que se cuenta con la infraestructura, el costo de utilizar la misma es marginal. Luego, entre más grande sea la base de clientes, mayor es la base por la que se divide el costo total de inversión realizada por la empresa y menor es el costo por megawatt distribuido a los clientes finales.
Es decir, el que exista una sola empresa de cableado para una zona determinada, evita que se incurra más de una vez en gigantescas inversiones en infraestructura para ofrecer el servicio.
Los bajos costos medios a los que se enfrenta una empresa monopólica que opera en el mercado, inhibe la entrada de potenciales competidores por el hecho de que ellos tendrían que incurrir en gigantescas inversiones para competir por una fracción de la demanda total contra una empresa que, dadas sus economías de escala, puede ofrecer provisoriamente precios muy beneficiosos a los clientes con el objetivo de expulsar al nuevo competidor y volver a cobrar precios altos una vez que éste se retire del mercado.
Sin perjuicio de lo anterior, es relevante notar que la historia no puede terminar ahí; si bien puede ser eficiente que exista una empresa monopólica, va a tener los incentivos a cobrar precios que extraigan el mayor excedente posible de los consumidores, siendo muy rentable como empresa, pero poco beneficiosa para la sociedad.
En estos casos es cuando la regulación se convierte en una necesidad; en Chile los monopolios naturales existen, pero son regulados por la autoridad. Éstos no pueden cobrar la tarifa que maximice sus utilidades, sino que cobran tarifas que la autoridad define según un modelo de empresa eficiente en la producción. Luego, estos monopolios naturales, dadas sus economías de escala y una regulación que impide que se abuse de los consumidores, son bastante eficientes.
Lo anterior adquiere especial importancia hoy día por toda la polémica en relación a los nuevos medidores de energía, respecto de los cuales el presidente Sebastián Piñera dijo que “el usuario paga todo”.
Ello no se explica por el hecho de que sea un monopolio el que distribuye la energía eléctrica a nuestros hogares, sino que por el hecho de que el nuevo medidor implica un nuevo costo a esta empresa y ésta -para mantener sus niveles de rentabilidad- se lo traspasa al consumidor.
Más competencia en la distribución eléctrica no soluciona el hecho de que los nuevos medidores sean pagados por el consumidor, en efecto, si hubiese competencia en este mercado los costos de distribución eléctrica serían más altos y además de ello también tendríamos que costear el nuevo medidor. Si hay un aumento de costos, los consumidores siempre tendrán que pagar una parte de éstos, aunque exista competencia perfecta.
Así, el que el medidor sea pagado por los consumidores, no es consecuencia de que sea un monopolista el que los instale, sino que responde simplemente a que a las empresas se les impuso un nuevo costo.