Entrevista a Daron Acemoglu

«Desearía que el mundo fuera lo suficientemente simple como para que expertos pudieran encontrar la manera correcta de crear prosperidad…»

 

– Vivimos momentos difíciles en Chile. Muchas personas están pidiendo acciones radicales para reducir la desigualdad y cambiar nuestro sistema político y legal, entre muchas otras cosas. Ha sido muy similar a una «revolución» que comenzó de repente, a pesar que las demandas son para cosas que han estado presentes durante muchos años. ¿Es común que las revoluciones comiencen de repente? ¿Por qué?

Sí, muchas grandes revoluciones sociales comienzan a partir de pequeños desencadenantes, como un comentario insensible, un pequeño error de política o un uso excesivo de la fuerza por parte de los servicios de seguridad. Pero en casi todos los casos, hay quejas subyacentes. En algún nivel Chile lo ha estado haciendo muy bien. Se ha convertido en la economía más exitosa de América Latina. Ha reducido la desigualdad (aunque a partir de niveles muy altos). Tiene una burocracia mucho más eficiente que casi todos los demás países latinoamericanos. Pero sigue siendo un país socialmente desigual. Existe una gran brecha entre los socialmente privilegiados y el resto en muchos aspectos de la vida social, incluida la educación, el acceso a buenos empleos y el estatus social general. Todo esto genera descontento. Todo esto está sostenido por las leyes y un sistema que tiene sus raíces en la dictadura de Pinochet. También creo que los problemas actuales se vieron exacerbados por las tácticas de mano dura de la policía y la falta de comprensión de las raíces del problema por el gobierno actual.

 

– Como respuesta a las demandas sociales, recientemente los políticos llegaron a un acuerdo para cambiar nuestra Constitución. ¿Es posible que un cambio en la Constitución pueda mejorar eficazmente el nivel de vida de un país?

Creo que sería simbólicamente muy importante cambiar la Constitución. Una Constitución más moderna, que reconozca los derechos políticos y sociales de las personas y fortalezca aún más la democracia chilena (que ya es una de las más fuertes de América Latina) sería un importante paso adelante.

 

– Nuestra Constitución actual protege la propiedad privada. ¿Es importante mantener esa protección en la nueva Constitución? ¿Por qué?

Sí. Creo que es posible y deseable proteger firmemente los derechos de propiedad y, al mismo tiempo, promover los derechos sociales y políticos de la población en general.  La certeza de los derechos de propiedad es importante para la inversión y el funcionamiento de los mercados. Esto no significa impuestos ultra bajos. En cambio, sí significa que no debería haber expropiación, y no debería haber inseguridad en términos de si un individuo será capaz de utilizar sus bienes y beneficiarse de su inversión. También significa la aplicación equitativa de la ley a todos, independientemente de su condición y de sus antecedentes familiares. Vistos de esta manera, la certeza de los derechos de propiedad es un complemento para ampliar los derechos sociales y políticos de la ciudadanía.

 

– Si estudiamos las Constituciones de diferentes países, ¿hay algo que podamos llamar «buenas» Constituciones? ¿Qué tienen en común?

Creo que las constituciones de los países nórdicos, así como la constitución alemana y holandesa, son buenos ejemplos de intentos de combinar derechos de propiedad seguros para individuos y empresas, junto con iguales aplicaciones de la ley y la protección de los derechos sociales de las personas. Pero el diablo está en los detalles. Las buenas constituciones también deben tener la flexibilidad para hacer frente a nuevos desafíos.

 

– Su trabajo estudia principalmente el rol de las «instituciones» en las economías. ¿Qué entendemos por «instituciones» en los países? ¿Las buenas instituciones son causa o efecto del crecimiento económico?

No soy un observador objetivo de los debates sobre el papel de las instituciones. Mi trabajo -y el de muchos otros- me han convencido de que las instituciones son el determinante más importante del potencial de crecimiento económico. Aquí, por instituciones, no me refiero sólo a las constituciones o a las leyes formales. Son todo el conjunto de reglas y reglamentos, muchos de ellos informales, varios de ellos basados en las normas y el equilibrio de poder en la sociedad. Son estas instituciones las que dan forma a los incentivos económicos y sociales. También determinan la naturaleza del conflicto político y el compromiso político. En este nivel de generalidad, las instituciones son una categoría amplia, pero contrastan marcadamente con las teorías geográficas y culturales de desarrollo económico. La perspectiva que enfatiza las instituciones también es muy distinta de la que considera que las opciones de política pública e “ingeniería” son la manera de crear desarrollo económico. Desearía que el mundo fuera lo suficientemente simple como para que expertos pudieran encontrar la manera correcta de crear prosperidad. Desgraciadamente, son los factores políticos, económicos y sociales los que crean el espacio para el desarrollo económico. De eso se trata la perspectiva institucional.

 

– ¿Por qué algunos países tienen buenas instituciones y otras instituciones malas?

Hay muchas razones para las diferencias institucionales. Algunos son históricas. Las malas instituciones tienden a persistir. Tomemos por ejemplo la historia colonial. Sus efectos no son fáciles de borrar. Las instituciones también condicionan, creando lo que James Robinson y yo llamamos «cambio dependiente del camino» en Why Nations Fail. Pero la historia no es el destino. Durante los períodos críticos y los tiempos de turbulencia, nuevas coaliciones, nuevos líderes y nuevas ideas pueden tener efectos transformadores.

También hay otros elementos importantes. Como enfatizamos en nuestro libro más reciente, The Narrow Corridor, el equilibrio entre el Estado y la sociedad es importante. También es vital que la competencia entre élites y no élites (entre estados y sociedades) no se polarice.

 

– Es posible argumentar que si las buenas instituciones mejoran el nivel de vida, entonces sólo necesitamos mejorar nuestras instituciones… Esto parece simple, pero no lo es. ¿Cómo pueden los países cambiar el camino de las malas instituciones a las buenas instituciones? ¿Por qué no es sencillo cambiar el camino?

No es tan simple en absoluto. Ante todo, las buenas instituciones no benefician a todo el mundo. La transición de la dictadura represiva de Pinochet no benefició a Pinochet y a sus aliados. El desmantelamiento de los monopolios no beneficia a los propietarios de los monopolios. Deshacerse del régimen corrupto de Putin no beneficiará a miles de personas poderosas de Rusia.  En segundo lugar, las buenas instituciones dependen de la confianza. La confianza no es fácil de construir.

 

– ¿Cómo podemos asegurarnos de que el crecimiento económico se produzca sin aumentar -o idealmente disminuir- la desigualdad de bienestar?
Esa es una pregunta difícil. Vivimos en la era de la automatización y la híper globalización. Esto tiende a aumentar la desigualdad. Tenemos que encontrar una manera de seguir siendo innovadores y seguir manteniendo el mundo conectado y globalizado, pero al mismo tiempo, tenemos que crear más oportunidades para las personas que no se benefician tanto de estos desarrollos. Mi propio trabajo sugiere que la mejor manera de hacerlo es asegurándose de que las nuevas tecnologías creen oportunidades, nuevas actividades y nuevas tareas para las personas, para que el cambio tecnológico no llegue a expensas de los buenos empleos. Lo mismo se aplica a la globalización. La globalización debe ser una forma de crear más oportunidades, y no una manera para que las grandes empresas escondan sus ganancias de las autoridades tributarias. El papel de las instituciones y las políticas es fundamental aquí.

Una mayor redistribución de los impuestos sobre la riqueza se ha vuelto popular en la izquierda estadounidense. Creo que necesitamos más ingresos fiscales para fortalecer la red de seguridad social e invertir más infraestructura en los Estados Unidos. Pero no se puede crear una sociedad igualitaria y justa sólo con redistribución, y la obsesión por la redistribución puede ser altamente corrosiva. Es necesario crear un crecimiento económico que sea ampliamente inclusivo, para que todos se beneficien. Es necesario tener buenos empleos para la población en general, y se necesitan instituciones del mercado laboral, como salarios mínimos y protección de los derechos de los trabajadores, que mantengan los salarios razonablemente altos y la desigualdad salarial limitada. Es por eso que tanto la tecnología como las instituciones importan.

 

* Foto: MIT News

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