Por Raúl Mejía, Country Manager México FK Economics
¿Las medidas disciplinarias más estrictas son adecuadas para monitorear y controlar el comportamiento de los estudiantes? En “The School to Prison Pipeline: Long-Run Impacts of School Suspensions on Adult Crime”, Andrew Bacher-Hicks, Stephen B. Billings y David J. Deming, buscan responder a esta interrogante.
Existen argumentos en ambos sentidos. Por un lado, las medidas disciplinarias pueden estigmatizar a los estudiantes y exponerlos al sistema de justicia a edades tempranas, lo que resultara en un impacto negativo tanto a su desempeño académico como a sus posibilidades de ser arrestado o encarcelado. Por otro, estas medidas pueden actuar como un elemento disuasivo, además de limitar los impactos negativos de estos comportamientos en otros estudiantes.
Debido a la complejidad de factores que pueden afectar tanto al desempeño escolar como a las posibilidades de tener problemas legales, resulta difícil aislar el efecto específico las políticas en cuestión. Para resolver esto, los autores aprovecharon un experimento natural que surgió a raíz del cambio repentino en el trazado de los distritos de escuelas ubicadas en el distrito escolar Charlotte-Mecklenburg en otoño de 2002. Este rediseño resultó en que aproximadamente la mitad de los estudiantes de este distrito se trasladara a una escuela diferente. Lo anterior les permitió comparar a los estudiantes de los grados sexto a octavo que vivían en un mismo vecindario y que, antes del cambio, habían sido asignados a la misma escuela pero que, debido al nuevo trazado de fronteras, asistieron a escuelas más “estrictas”.
Los autores encontraron los estudiantes asignados a escuelas más estrictas (una desviación estándar más estrictas) tienen un incremento de 1,7 puntos porcentuales en la probabilidad de abandonar la escuela (lo que implica un incremento del 15%) y tienen una probabilidad 2,4 puntos porcentuales menor de asistir a la universidad (un decremento de 11%).
Los autores también encontraron evidencia de que los estudiantes que fueron asignados a escuelas más estrictas tienen una probabilidad 3,2 puntos porcentuales mayor de ser arrestados (un incremento de 17%), 2,5 puntos porcentuales mayor probabilidad de entrar a prisión (un incremento del 20%) y tienen en promedio 0,14 más arrestos (25% más) y 0,11 más ingresos a prisión (29 por ciento más).
Además, los resultados también muestran que los efectos adversos son más pronunciados en los estudiantes pertenecientes a minorías (definidos como estudiantes negros e hispanos) y en varones. Esta disparidad puede contribuir a incrementar las brechas preexistentes. En concreto, los estudiantes pertenecientes a minorías que asistieron a escuelas más estrictas tuvieron un incremento en arrestos de 4 puntos porcentuales y de 3,1 en ingresos a prisión (comparados con 2,7 y 1,9 de los estudiantes no pertenecientes a minorías, respectivamente). Los resultados mostraron evidencia limitada de efectos positivos en hombres blancos, lo que sugiere que existe el potencial de incrementar el desempeño de algunos subgrupos sacando a los compañeros disruptivos.
De manera complementaria, los autores también analizaron los cambios de directores en las escuelas. Al cambiar de director, las escuelas presentaban modificaban sus tasas de suspensión. Además, los efectos en la tasa de suspensión en otras escuelas eran un buen predictor de las suspensiones en las escuelas a las que eran transferidos. Es decir, los directores tienen una influencia significativa en las políticas de disciplina y, cuando los mismos se inclinan por políticas más estrictas, tienen un efecto negativo de largo plazo en los estudiantes.
Los resultados de este artículo resaltan la necesidad de reevaluar la eficacia de las medidas disciplinarias más estrictas, así como de abordar las disparidades de impacto. Las políticas educativas deben adoptar enfoques más equitativos en sus medidas disciplinarias, evitando imponer consecuencias desproporcionadas que obstaculicen el desarrollo integral de los estudiantes.