Por Anton Kullak, de FK Economics
Despegues y caídas de proporciones presidenciales
Tras su victoria en primarias, Jeannette Jara pasó de marcar apenas días antes de la votación un 16% en la encuesta CADEM, y hoy lidera la preferencia presidencial espontánea con un 28%, superando a José Antonio Kast en cinco puntos porcentuales. Los aumentos de preferencia tras primarias no son un fenómeno inédito: en 2021 Boric se catapultó del 12% al 34% en apenas una semana y Sichel pasó del 15% al 30% tras ganar su primaria. ¿Existe un “boom” post-primarias para los vencedores? ¿se sostiene el empujón hasta la elección definitiva? El desenlace de 2021 es conocido: uno llegó a La Moneda, el otro ni se subió al podio, quedando en cuarto lugar en primera vuelta con apenas un 12,78% de los votos.
La figura 1 muestra la evolución de las preferencias por Jara, Boric y Sichel en cuatro momentos clave: la semana previa a las primarias, los días posteriores a ellas, el período previo a la primera vuelta presidencial y los resultados finales de esa elección.

Lo llamativo de los despegues de Jara y Boric tras las primarias es que no sólo absorbieron las preferencias de sus contrincantes de coalición, sino que las superaron. El 27 de junio de 2025, Jara, Winter y Tohá sumaban en conjunto un 20% de las preferencias ante la pregunta ante la pregunta; una semana después, tras ganar la primaria, Jara concentraba por sí sola un 26%. Algo similar ocurrió con Boric: el 14 de julio de 2021 él y Daniel Jadue sumaban un total del 24% y nueve días después, tras ganar las primarias, Boric marcaba 34% en las encuestas. Sin embargo, estas preferencias no fueron persistentes, pues el 6 de agosto Boric marcaba 21% de las preferencias en CADEM y en primera vuelta obtuvo un 25,82% de los votos, muy cercano al 24% que inicialmente sumaba junto a Jadue.
Por otro lado, antes de las primarias de 2021, Sichel marcaba un 15% de las preferencias en CADEM, sumando junto al resto de los candidatos de Chile Vamos un total del 33% de las preferencias presidenciales espontáneas (esto es la respuesta inmediata a la pregunta “Con excepción del presidente actual, ¿Me podría decir quién le gustaría que fuera el próximo presidente de Chile?”). Tras su triunfo en primarias, el candidato electo de Chile Vamos acumulaba un 30% de las preferencias, no alcanzando así el porcentaje total alcanzado por su coalición en la encuesta previa.
En este sentido, en la primaria de Chile Vamos, la coalición logró captar una cantidad correspondiente a 1.340.472 votos. De estos, 660.250 votos fueron para Sichel, 416.604 para Lavín, 131.996 para Briones y 131.622 para Desbordes. Sin embargo, el impulso de Sichel, que tras las primarias duplicó su puntaje en encuestas, se desvaneció rápidamente y se desplomó al 7% de las preferencias en octubre del mismo año. El resultado final del candidato en primera vuelta fue negativo: Sichel obtuvo solo 898.635 votos y no avanzó al balotaje, un resultado que ni siquiera le permitió igualar el volumen de votos que había alcanzado su coalición en las primarias. Esto demuestra que ganar una primaria, por sí solo, no garantiza un buen resultado en las urnas finales, hay una serie de factores en la carrera a la moneda que pueden significar un tropiezo estrepitoso.
La figura 2 ilustra la diferencia entre el apoyo agregado que tenían los candidatos de cada coalición antes de las primarias, y el respaldo individual que obtuvo el/la ganador/a en los días posteriores. En el caso de Jara y Boric (ambos vencedores a nivel nacional en sus respectivas primarias), se observa que el triunfo no sólo concentró el apoyo previo de su sector, sino que los superó, sugiriendo un efecto positivo de corto plazo asociado a la victoria.
Una posible explicación para este despegue inmediato por sobre el apoyo original a la coalición podría estar en la exposición mediática que reciben quienes triunfan en las primarias. Su irrupción como ganadores les otorga centralidad en la agenda pública más allá de su electorado de origen. Después de todo, la encuesta mide “preferencia presidencial espontánea” y, como han descrito autores como Daniel Kahneman y Amos Trevsky, el pensamiento rápido (o espontáneo) se ve influido por lo que sea reciente, frecuente o muy expuesto (lo que llaman la heurística de la disponibilidad).
Además, la literatura sobre economía política y psicología social identifica el llamado efecto bandwagon (lo que sería equivalente a “subirse al carro”) electoral: los votantes tienden a sumarse al candidato percibido como favorito o vencedor. En particular, si las encuestas o la cobertura mediática indican que un/a candidato/a ha ganado una instancia preliminar, muchos encuestados pueden interpretar esa señal como un indicio de superioridad del candidato/a.

Por otro lado, la trayectoria de la candidatura de José Antonio Kast en 2021 fue distinta. Al igual que en 2025, Kast no participó en primarias, y su evolución en las encuestas no mostró variaciones abruptas en ese periodo. Como se observa en la figura 3, Kast fue creciendo paulatinamente hacia el final de la campaña, mientras que tanto Boric como Sichel tendieron a la baja tras sus respectivos triunfos en primarias.

Como se observa en la figura 4, en el caso de las elecciones actuales, José Antonio Kast ya está marcando niveles de apoyo comparables a los que tenía a finales de 2021. El desafío por el lado de Jeannette Jara está en sostener el despegue que ha experimentado tras las primarias o si esa tendencia se diluye a medida que avanza la carrera electoral.

En suma, las primarias parecen haber actuado como un catalizador que otorgó a las partes ganadoras, al menos por un momento, una ventaja en las encuestas. Sin embargo, la historia electoral reciente muestra que ese impulso inicial no siempre se traduce en victoria final. La pregunta ahora es si el efecto ganador perdura o si solo fue un destello de julio.