Autor: Pablo Argote, candidato a doctor en Ciencias Políticas, Universidad de Columbia.
¿Por qué los políticos incumbentes –es decir, los que actualmente detentan el poder—suelen ganar las elecciones? A grandes rasgos, la literatura en Ciencia Política ha dado dos tipos de explicaciones. Primero, la incumbencia se explicaría por un mecanismo de selección. Si los políticos más capacitados en general ganan las elecciones, entonces los incumbentes serían en promedio más preparados que quienes los desafían (challengers). Dado que los votantes observan el desempeño de los incumbentes (por ejemplo, la gestión municipal de un alcalde), estos tenderían a reelegirlos. La segunda explicación se relaciona a los incentivos de un político una vez que es elegido. Como enseñaba Maquiavelo, la primera misión del político es permanecer en el poder, lo que se logra ganando la reelección. En este sentido, un político tiene incentivos para trabajar por sus votantes, pues estos lo premiarán con un nuevo período si es que estiman que se desempeñó correctamente. Ahora bien: ¿Qué ocurre con los incumbentes cuando el electorado cambia radicalmente en un corto periodo, por ejemplo, debido a la implementación del voto voluntario?
La implementación del voto voluntario en Chile para las elecciones municipales de 2012 causó un shock en el electorado. Entre 2008 y 2012, disminuyó en casi un millón de personas el número abosluto de votantes, tendencia que continuó en las muncipales de 2016. Pero el cambio en el electorado no fue la única consecuencia de esta reforma. En mi paper titulado “Incumbency advantage and shocks in the electorate: the adoption of voluntary voting”, recientemente publicado en European Political Science Review, demuestro que en la primera elección con el nuevo sistema de voto voluntario, los alcaldes incumbentes se vieron fuertemente perjudicados.
¿Por qué ocurrió esto? En el articulo exploro dos posibles mecanismos. Primero, la incertidumbre que produjo la reforma pudo haber inducido a más challengers capacitados a participar en esa elección. La evidencia muestra que eso efectivamente ocurrió. Al analizar el gasto electoral de incumbentes y challengers, se observa que solo en 2012, los challengers fueron mucho más eficientes. Un segundo mecanismo es el cambio en la composición del electorado. Si es que los votantes cambian radicalmente en cada elección, entonces sería muy dificil predecir el resultado de los procesos electorales. Eso también ocurrió en Chile, puesto que con voto voluntario, el electorado pasó a ser mas jóven, educado y politizado. Sin embargo, no tengo evidencia para decir que esto por sí solo alteró la ventaja de incumbencia. Por lo tanto, el mecanismo central documentado para explicar tal disminución fue la entrada de challengers capaces y competitivos.
En términos normativos: ¿Es bueno para la democracia que desaparezca la ventaja de los incumbentes? Sí y no. Por un lado, la entrada de gente capaz es sumamente deseable por una serie de razones: más competencia, más renovación, mejor gestión, entre otras. Sin embargo, un sistema sin ningún grado de ventaja para los incumbentes no es ideal, puesto que indicaría que algo esta fallando en el sistema democrático. De hecho, tal escenario reflejaría o que los incumbentes no están teniendo un buen desempeño o que los votantes no están dispuestos a premiar a los buenos políticos. Además, sin la posibilidad de obtener una reeleción: ¿Quién va a querer participar en política? Las leyes electorales deben proveer estabilidad al sistema político, de modo que los incumbentes tengan alguna certeza de que su trabajo les traerá réditos en el futuro. En tiempos donde discutimos un nuevo regimen político, sería deseable pensar en cómo logramos crear estas certezas.