Por Umut Aydin.
El año 2024 ha sido marcado por elecciones anticipadas, desde los recientes comicios en Venezuela hasta los de India, Irán, Rusia, México, Hungría, Gran Bretaña, Francia y el Parlamento Europeo. Están en juego más que la democracia y la gobernanza de los países involucrados, porque cada uno de estos procesos electorales tienen un impacto en el futuro del orden internacional y las posibilidades de cooperación multilateral que tanto necesitamos para abordar desafíos transnacionales como el cambio climático y el crimen organizado.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y sus aliados establecieron un orden internacional que buscó sentar las bases de cooperación multilateral, la seguridad colectiva para sus miembros, un régimen comercial abierto, así como la estabilidad financiera, para recuperar del conflicto recién terminado y evitar su repetición en el futuro. Se establecieron diversas organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la OTAN, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT, las cuales siguen activas hasta el día de hoy. La idea era buscar respuestas colectivas a desafíos comúnes. Este orden no solamente sobrevivió la Guerra Fría, pero incluso se expandió y se profundizó después de la caída del muro de Berlín.
En la última década, este orden se ha vuelto cada vez más frágil. Por un lado, potencias emergentes como China, India, Rusia y Brasil han desafiado la dominancia de los Estados Unidos y han demandado reglas del juego más ventajosas para ellos. Por otro lado, en las economías avanzadas del mundo como Estados Unidos y los países de Europa Occidental, la globalización económica ha dejado a segmentos de la población sintiéndose rezagados. Su descontento se ha extendido más allá de la apertura económica y ha generado una reacción negativa y vocal hacia la inmigración, la cooperación multilateral y las organizaciones internacionales, y que ha sido potente en las urnas como vimos en la elección de Donald Trump en 2016 y el sí al Brexit. Finalmente, aunque con menor impacto en el orden global, varias potencias medianas como Turquía, Venezuela y Hungría han ido deslizándose a diferentes ritmos hacia regímenes autoritarios y han contribuido a conflictos y tensiones en sus respectivas regiones.
En este contexto, cada país que celebra elecciones se considera una prueba adicional de la resiliencia o no de la democracia, pero también se convierte en una apuesta sobre el futuro de la cooperación multilateral. Las elecciones que se celebrarán en Estados Unidos en noviembre de este año, por supuesto, son determinantes para el futuro del orden internacional. Si Donald Trump es elegido, es probable que ponga fin al apoyo de Estados Unidos a Ucrania, abriendo así la puerta a desafíos más audaces por parte de Rusia hacia sus vecinos, retire a Estados Unidos de la OTAN, reduzca sus contribuciones a las organizaciones multilaterales y adopte un enfoque más aislacionista en la política exterior. Sin embargo, en este mundo interconectado, no son solo las elecciones de EEUU que se debería poner atención, cada proceso electoral tiene repercussiones para nuestras posibilidades de enfrentar problemas transnacionales de manera colaborativa.