En cualquier clase de economía introductoria se enseñan los bienes Giffen. Su explicación es simple, -en términos económicos- se trata de bienes que ante una baja en el precio tienen un efecto ingreso negativo que es mayor a su efecto sustitución. Es decir, contra cualquier intuición económica básica, se trata de bienes que se consumen menos cuando su precio disminuye (o viceversa). Por ejemplo, suponga un bien que constituye prácticamente toda la canasta de consumo de una familia. Si el precio de este bien baja, entonces la familia es más rica que antes porque tiene que gastar menos en el bien, por lo que la familia puede decidir comprar un poco menos del bien para aprovechar de comprar otros bienes que anteriormente estaban fuera de su alcance, dados los precios relativos.
Los bienes Giffen se estudian prácticamente sólo por su valor teórico ya que es extremadamente difícil verlos en el mundo real. Pese a esto, hasta hace poco siempre se usaba como ejemplo de que los bienes Giffen pueden observarse en la práctica, una serie de testimonios en el parlamento británico en el siglo XIX que señalaban que las papas en Irlanda se consumían más cuando el precio subía. La verdad es que todos los que estudiaron economía usando ese ejemplo pueden sentirse defraudados porque, por una parte, no existen datos para comprobar empíricamente el caso, y por otra parte, es difícil asumir que el consumo de papas aumentó en Irlanda cuando subió el precio, porque el precio aumentó porque había escasez de papas, lo que resulta contradictorio.
Es por esto que en un interesante estudio de 2008[1], se trata de dejar atrás el ejemplo de las papas usando economía experimental. Durante cinco meses, hogares pobres seleccionados al azar recibieron tickets que subsidiaron sus compras de su principal alimento. Basándose en análisis anteriores, se estudiaron dos provincias de China: Hunan en el sur, donde el arroz es el alimento básico, y Gansu en el norte, donde el trigo es el alimento básico. El resultado es evidencia fuerte de que el arroz es un bien Giffen para los habitantes de Hunan, y evidencia más débil para el caso del trigo en Gansu.
Al tratarse de un experimento, es decir, un caso en que el cambio en el precio fue producto del azar, es posible asumir que al menos el arroz sí es un bien Giffen para este grupo específico de consumidores. A diferencia de las papas, en este caso tenemos más certeza de que el ejemplo sirve.
La importancia de esto no es que los profesores de economía podrán actualizar su ejemplo de clases. Lo interesante es que permite entender de mejor manera cómo son los patrones de consumo de las familias pobres que están sujetas a preocupaciones de subsistencia. Los autores encuentran que su reacción depende de manera significativa y no lineal a la severidad de su pobreza. La comprensión de esta heterogeneidad es importante para el diseño efectivo de programas de asistencia social para los pobres, especialmente en términos de alimentación.
Evidencia como esta debería plantearnos muchas cosas para el caso chileno: ¿Cuáles son los efectos esperados en el consumo alimenticio de programas como el Bono Marzo Permanente o el Ingreso Ético Familiar?, ¿Es lo mismo en ambos casos?, ¿Cuál es el efecto en la alimentación familiar de tener un empleo permanente en el hogar?, ¿Cómo afectan a las familias más pobres los precios máximos y mínimos a los alimentos que consumen?, ¿Cómo debería medirse la línea de la pobreza? Todas estas preguntas deberían ser tema de discusión, aunque sea, en una sala de introducción a la economía.
[1] “Giffen Behavior and Subsistence Consumption”. Jensen y Miller (2008).