Artículo escrito por Felipe Sepúlveda y el autor invitado, Joaquín Fuenzalida.*
Las últimas semanas la selección por rendimiento académico en los colegios ha sido un tema constante de discusión, habiendo opiniones divididas respecto a si es una buena política pública para nuestro país. Uno de los muchos puntos de la discusión es si este tipo de selección tiene efectos en el rendimiento académico de los alumnos de mejor desempeño escolar. Algo de evidencia hay al respecto.
¿Qué es la ley de Inclusión Escolar?
En junio de 2015 se publicó la ley de Inclusión Escolar, que tenía como uno de sus objetivos eliminar la selección arbitraria de estudiantes en los establecimientos que reciben subvención del Estado. La ley creó el Sistema de Admisión Escolar (SAE) que comenzó en 2016 y se implementó paulatinamente en otras regiones, concluyendo el año 2019 con la incorporación de la Región Metropolitana.
El fin de la selección consiste en la obligación a los establecimientos educacionales de aceptar a todos los postulantes en caso de disponer de vacantes y, de no haber cupos suficientes, se toman en cuenta las preferencias de los apoderados, se transparentan los cupos disponibles de cada colegio y se favorece a los postulantes según ciertos criterios: tener hermanos en el colegio, ser hijos de funcionarios, tener una situación de vulnerabilidad socioeconómica, entre otros[1]. Sólo se aplica la aleatorización cuando se desea ordenar a dos alumnos que presentan las mismas características. Mediante estos criterios, cada colegio determina un orden de preferencia de los postulantes garantizando la inexistencia de discriminaciones arbitrarias.
Resultados de las postulaciones y primeras críticas
De acuerdo a información del Mineduc, el año 2018 un 59,2% quedó asignado en un colegio de primera preferencia, un 78% dentro de sus tres primeras preferencias y un 82% dentro de alguna de sus preferencias[2]. De los alumnos de mejor desempeño escolar (sobre percentil 80) un 57,2% quedó asignado en un establecimiento de primera preferencia y un 85,1% en uno dentro de sus tres primeras preferencias.
Países desarrollados ocupan variantes del algoritmo de asignación. Algunos ejemplos son Boston, Nueva York y Ámsterdam. La experiencia de Nueva York muestra que un 86% de los postulantes queda en alguna de sus preferencias, similar al caso de Chile.
Estas cifras fueron criticadas por parte de algunos sectores, centrándose en la cantidad de alumnos que no quedaron en sus primeras preferencias. Sin embargo, el alto número de estudiantes que no quedaron en colegios de su preferencia no parece ser producto del sistema centralizado de admisión, sino de la alta concentración de postulantes en un número limitado de colegios de calidad. Es más, un 48,6% de los establecimientos tuvo más postulaciones que vacantes disponibles. A modo de ejemplo, si nos enfocamos en los 18 establecimientos de alta exigencia académica que participaron del proceso, recibieron 10.727 postulaciones (5.214 de ellas en primera preferencia), para un total de 3.177 cupos. [3]
Si bien no es fácil hacer una comparación con la situación anterior a la implementación del sistema al no contar con datos respecto al número de alumnos que quedaban en sus preferencias, surgen al menos dos escenarios posibles. En primer lugar, si los padres no cambian sus preferencias respecto a las postulaciones antes o después de la implementación del SAE, la misma cantidad de alumnos serían rechazados por cada institución, dado que no tienen los cupos suficientes para satisfacer la demanda. Por otro lado, si a través del nuevo sistema y al mejor acceso a la información, a los padres se les hace más fácil postular a mejores colegios, esto generaría un aumento de la demanda por colegios de mejor calidad. Bajo este escenario, el SAE generaría que más hijos no queden en sus preferencias, ya que familias que antes no postulaban a los mejores colegios tienen ahora la posibilidad de acceder a una educación de mayor calidad.
De vuelta a la selección escolar
Con el objetivo de dar pie atrás –en parte- con la ley de Inclusión Escolar, el 10 de enero de este año, el Presidente Sebastián Piñera firmó un proyecto de ley que busca modificar el SAE, permitiendo que establecimientos educacionales que cumplan ciertos requisitos de calidad puedan ser autorizados por el Ministerio de educación para utilizar mecanismos de admisión propios a fin de evaluar el rendimiento académico del 100% de sus postulantes. El resto de los establecimientos tendrán reservado un 30% de sus cupos para seleccionar alumnos. El objetivo de la nueva propuesta es “contribuir a una sociedad que sepa valorar el esfuerzo y reconocer y premiar el mérito”, dar más libertad a los padres para elegir dónde estudien sus hijos y permitir seleccionar a los establecimientos educacionales de acuerdo a sus proyectos educativos, según palabras del Presidente[4].
Naciones como Holanda, Hong Kong, Singapur y Corea tienen sistemas educacionales en los que prevalece ampliamente la selección (Urzúa y Fontaine, 2014). Sin embargo, el contexto nacional tiene grandes diferencias con los países anteriores en nivel de ingresos y en su desigualdad. Esto último es relevante, pues el fin a la selección tiene como uno de sus objetivos la reducción en desigualdades mediante una selección justa y transparente, que evite brechas por discriminación.
Evidencia empírica de la selección escolar
En el contexto del debate del proyecto de ley, resalta una investigación publicada en 2014 por los economistas Atila Abdulkadiroglu, Joshua Angrist y Parag Pathak, la cual investiga causalmente si las escuelas con mejores alumnos son realmente mejores en un sentido de valor agregado. Para ello utilizan información de estudiantes que postularon a una red de colegios públicos de excelencia en Boston y Nueva York, los cuales tienen permitido seleccionar alumnos en base al puntaje de un examen de admisión.
Los estudiantes son seleccionados por el puntaje de la prueba, produciéndose un puntaje de corte para cada colegio y cada cohorte. Este puntaje de corte es aprovechado en el paper para comparar estadísticamente a los alumnos que obtuvieron un puntaje levemente sobre el corte, pudiendo entrar al colegio, respecto de los alumnos que no tuvieron esa posibilidad debido a que estuvieron marginalmente bajo el puntaje de corte del colegio, haciendo comparables – en términos estadísticos- a ambos grupos de alumnos.
Los resultados del paper muestran que no hay un beneficio claro de entrar a estos colegios, incluso para estudiantes con notas previas cercanas o sobre la media de la escuela objetivo (de alto rendimiento). Si bien los estudiantes de las escuelas de excelencia tienen buenos resultados, las estimaciones sugieren que la mayoría de estos estudiantes seguirían con buenos resultados en caso de haber accedido a su segunda preferencia. En este sentido, el “efecto par” no es tan relevante.
En Chile, los economistas Alonso Bucarey, Miguel Jorquera, Pablo Muñoz y Sergio Urzúa hicieron un análisis similar en una investigación publicada en la revista Estudios Públicos del CEP en 2014. En este caso utilizaron una estimación que usa la misma técnica estadística del paper anterior para medir el efecto educacional de los alumnos que entraron al Instituto Nacional obteniendo un puntaje cercano al “corte”, versus los que no pudieron entrar al haber obtenido un puntaje levemente menor.
En esta investigación los autores encuentran que estudiar en el Instituto Nacional tiene un efecto de 26,13 puntos adicionales en el promedio de PSU. Estos resultados difieren de los encontrados en la investigación de Estados Unidos; en efecto, la selección permitiría obtener el mayor potencial de los buenos alumnos. Sin embargo, existen al menos dos limitaciones. En primer lugar, la investigación se realiza en un solo colegio, lo que no es extrapolable al resto de los colegios de excelencia a nivel nacional. En segundo lugar, la PSU mide conocimientos específicos y no habilidades, por lo que el efecto encontrado puede tener que ver con la focalización de los contenidos y no necesariamente una mejora en capacidades por parte de sus alumnos.
¿Cómo se alinea la evidencia empírica con las políticas implementadas?
En conclusión, no hay un consenso claro en la literatura existente respecto de los beneficios de la selección en el rendimiento académico de los alumnos. Dado lo anterior, lo más sensato parece ser estudiar a fondo la nueva propuesta de selección escolar, para entender si tiene la capacidad de mejorar la educación en Chile y tratar de dimensionar los posibles efectos adversos como la segregación escolar y la discriminación.
* Las opiniones expresadas en este artículo son personales.
[1] La Tercera. Visto en https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/cuando-azar-deja-azar-la-importancia-entender-algoritmos/506282/?fbclid=IwAR2eGAHzVW4UUiZRfKDygamFzNlPGVVEHMf18mu5ztiKeAZCmJGw-J74zmI
[2] Emol. Visto en https://www.emol.com/noticias/Nacional/2018/11/19/927878/Sistema-de-Admision-Escolar-El-82-de-los-alumnos-quedo-en-un-colegio-de-su-preferencia.html
[3] Libertad y Desarrollo. Visto en https://lyd.org/wp-content/uploads/2019/01/tp-1386-nuevos-criterios-admision-escolar.pdf
[4] El Dinamo. Visto en https://www.eldinamo.cl/educacion/2019/01/10/pinera-firmo-proyecto-que-restablece-el-merito-en-sistema-de-seleccion-escolar-apuntan-a-dar-mas-libertad-a-los-padres/